"Solo se puede decir que estamos vivos en aquellos momentos en que nuestros corazones son conscientes de nuestros tesoros." (Thornton Wilden)
El título inicial de este artículo iba a ser "Tres claves para una vida feliz", pero enseguida decidí cambiar el término "feliz" por otro que representara mejor la realidad, y fue así como escogí la palabra "plena". Para mí hay una gran diferencia: la felicidad no es un estado en el que se pueda estar las 24 horas del día, sino que son momentos, instantes en lo que un@ puede experimentar ese sentimiento de satisfacción total por la autorrealización y/o el cumplimiento de sus propios deseos y aspiraciones. Esos momentos no duran siempre.
Tod@s sabemos que la vida es más compleja, que se compone por un vaivén de situaciones buenas y no tan buenas, en los que podemos experimentar todo tipo de sentimientos: alegría, miedo, enfado, tristeza... Por eso, la palabra "plena" me parece mucho más adecuada para describir el objetivo de este post, que no es otro que el de exponer tres claves que, a mi modo de entender, contribuyen a que tengamos una vida satisfactoria en términos globales. La plenitud de la vida es aceptar y comprender que, a pesar de los malos momentos, que los habrá, tenemos la capacidad para aprender de ellos y volver a emprender el ritmo, con mayor sabiduría y conciencia.
"Incluso una vida feliz no puede ser sin una medida de oscuridad, y la palabra feliz perdería su significado sino estuviera equilibrada por la tristeza. Es mucho mejor tomar las cosas como vienen con paciencia y ecuanimidad." (Carl Gustav Jung)
Hay muchos elementos que contribuyen a que tengamos esa plenitud en nuestra vida, pero para mi, y después de años de aprendizaje e investigación en el ámbito del autoconocimiento y el crecimiento personal, hay tres que son básicos:
1. Vivir en el presente.
Ser conscientes del "aquí y en el ahora" es la clave principal, la básica. Sin ella todo lo demás no sirve de nada. Si nos paramos a pensar, estamos muy poco presentes. Nuestra mente, que nunca cesa, nos está llevando continuamente, o bien a momentos del pasado, dándole vueltas a cosas que ya han ocurrido y que, por lo tanto, poco o nada podemos hacer al respecto; o bien está en el futuro, temiendo cosas que aún no han sucedido y que probablemente jamás vayan a ocurrir. Cualquiera de las dos opciones es una postura errónea. La primera puede llevarnos a la depresión y la segunda, a la ansiedad.
El único momento que cuenta de verdad es el que vivimos en cada instante; es el presente, eso es lo único que existe. Para poder vivirlo y disfrutarlo con plenitud, lo primero que debemos hacer es parar de pensar, de darle vueltas a las cosas, de sufrir o preocuparnos por hechos o situaciones que ya han pasado o que todavía no han ocurrido; en definitiva, debemos aquietar nuestra mente.
"En medio del movimiento y el caos, mantén la calma dentro de ti." (Deepak Chopra)
¿Cómo lo podemos hacer? Hay muchas maneras para ayudan a logarlo, y cada persona debe encontrar aquella que le vaya mejor: desde hacer ejercicio o realizar cualquier actividad que le ayude a desconectar, como puede ser pintar, leer, bailar, pasear... Pero sin duda, hay una que es infalible y que sin duda nos va permitir alcanzar la calma en nuestra mente y esa es la meditación. Simplemente tomando unos minutos al día, y prestando atención únicamente a nuestra respiración, vamos a permitir que la mente no se centre en nada más, y a la vez, seremos capaces de conectar con nosotros mismos, con nuestra verdadera esencia, que es quien tiene todas las respuestas a nuestras preguntas y problemas.
2. Gozar de buenas relaciones interpersonales.
Los seres humanos somos seres sociables por naturaleza y por eso, el estar en contacto con otras personas es algo básico para nuestra calidad de vida. Poder hablar con otras personas, conversar de aquellos temas que nos inquietan o nos interesan, compartir experiencias y anécdotas, reírnos a carcajadas, abrazar, mirar a los ojos, sentir, pasar momentos agradables y divertidos... En definitiva, tener personas con las que poder compartir y experimentar todo eso no tiene precio. Nos nutre, nos alimenta física y emocionalmente y nos convierte en personas sanas y completas.
"Estemos agradecidos a las personas que nos hacen felices, son los encantadores jardineros que hacen florecer nuestras almas." (Marcel Proust)
La pareja, la familia y los amigos constituyen los núcleos básicos para poder desarrollar y expandir nuestra manera de relacionarnos, pero a veces no son el tipo de personas más idóneas, si no somos aceptad@s y respetad@s tal y como somos. Es por ello que debemos seleccionar aquellas personas en las que podamos ser nostr@s mism@s y expresarnos ampliamente. No debemos aferrarnos a personas que no nos hacen sentir bien ,simplemente por el hecho de que tengamos un vínculo personal o familiar, Nuestra paz y felicidad está por encima de eso. Por ello, debemos ser muy cuidadosos con las personas con las que nos relacionamos y verificar sin con ellas estamos a gusto o no. Si no es así, tal y como dice el refrán popular: "más vale solo que mal acompañado·. Encontrar el equilibrio es clave.
3. Tener un propósito de vida.
Debemos dotar a nuestra vida de un sentido, de una “misión”, de un motivo por el cual levantarnos cada mañana. Los japoneses lo denominan “ikigai”: “razón de ser” o “aquello por lo que merece la pena vivir”. No en vano, el pueblo nipón es el que vive más años y la razón está en el “ikigai” o en esas ganas de vivir con intensidad.
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El objetivo es identificar aquello en lo que somos buenos, que nos da placer realizarlo y que, además, sabemos que aportamos algo al mundo. Cuando lo llevamos a cabo, tenemos más autoestima, porque sentimos que nuestra presencia en el mundo está justificada. De ahí surge la felicidad. Si somos capaces de identificar nuestro rol en la vida, nos sentiremos mejor con nosotros mismos y todo será más fácil (porque ejercitaremos nuestras capacidades más afinadas) y placentero (porque nos divertiremos haciéndolo).
“Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.” (Friedrich Nietzsche)
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Tod@s, absolutamente tod@s, tenemos un ikigai, y si nos cuesta identificarlo, hay una serie de cuestiones que nos deberíamos plantear, entre ellas la de identificar qué nos gustaba hacer cuando éramos niñ@s. Tod@ tenemos un talento, un don natural con el que nacemos. Lo que ocurre es que con los años éste queda enterrado bajo la presión y directrices de la sociedad y al final nuestra vida toma una dirección que se aleja bastante nuestro talento natural. El ikigai se completa cuando realizamos un trabajo que es beneficioso para los demás, que aporta valor a la comunidad. Así que recordemos, miremos atrás y pensemos qué es lo que nos apasionaba hacer de pequeñ@s y con lo que realmente disfrutábamos. Ahí se esconde parte nuestra verdadera felicidad y plenitud.
Y tú, ¿Qué opinas de estas tres claves?, ¿Estás de acuerdo?, ¿Tienes más?. Te invito a que escribas un comentario si quieres compartir tus impresiones. Estaré encantada de leerte.
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