Las casualidades no existen. Si estás atent@ podrás ver magia a tu alrededor.
¿Cuantas veces te ha pasado que estás pensado en una persona y al cabo de un rato recibes noticias de ella en forma de mensaje o de llamada? O, ¿estás indecis@ sobre un tema en concreto y de repente ves algo escrito en una pared que te da la clave? O, ¿justo pensado en algo o en alguien ves corazones en las nubes, o aparece de repente un arco iris, que te arranca una sonrisa? No, no son hechos que ocurran por simple casualidad. Son mensajes para ti.
Todo lo que ocurre a nuestro alrededor tiene que ver con nosotros, desde el detalle más insignificante hasta el acontecimiento más importante de nuestra vida. Tanto lo bueno como lo no tan bueno, todo resuena con nosotros, porque somos energía y la energía vibra, y atraemos a aquello que vibra en el mismo nivel que el nuestro. No es magia, es ciencia, lo dice la física cuántica.
"Somos energía, somos información, vibramos, y por ello atraemos aquello que vibra con nosotros" (Max Planck)
Pero vivimos en un mundo atrapado por las prisas, por un ritmo acelerado que nos da poco margen para frenar un poco y pararnos a observar a nuestro alrededor. Si estuviésemos más atent@s, si miráramos nuestra realidad con otros ojos, como los de un niño curioso, parándonos en observar detalles y sensaciones, seguramente nuestra vida cobraría de un mayor sentido. Y es que la vida nos está hablando en todo momento. Pero no le hacemos caso, pensamos que las cosas que nos ocurren son por buena o mala fortuna y dejamos que el azar tome posesión de nuestra existencia. No es así.
"Nada sucede por casualidad. En el fondo las cosas tienen su plan secreto, aunque nosotros no lo entendamos” (Platón)
Es por ello que debemos ser conscientes, cada vez más, de todo aquello que nos acontece. Si nos ha ocurrido algo desagradable o doloroso, deberíamos preguntarnos para qué nos ha ocurrido tal cosa, en vez de lamentarnos y adoptar el papel de víctimas. Hemos de tener siempre presente que lo que nos pasa es porque así tenía que ser, porque forma parte de nosotros, de nuestro destino y porque siempre hay un aprendizaje implícito. De nosotros depende si queremos aprender o no, o si queremos seguir viviendo ciegos y a toda prisa, como siempre, siendo las víctimas de nuestra propia suerte.
Y es ahí donde entran las "señales", esas pequeñas pistas que la vida va dejando en nuestro camino como migas de pan para que podamos seguirlas y llegar a nuestro destino. No las ignoremos; aunque nos parezcan una tontería, no lo son. Son mucho más importantes de lo que parecen. Esa charla casual con un desconocido que nos ha dejado pensando, ese objeto que dábamos por perdido pero que un día aparece por casualidad en el fondo de un cajón, esa música que escuchamos en un centro comercial y nos transporta a algún lugar, o a alguna persona... Esos pequeños detalles, que normalmente aparecen de forma inesperada pero en el momento exacto, pueden influir en nuestros pensamientos, cambiar una decisión y nuestra vida puede tomar un rumbo distinto. Por eso, escuchemos, miremos, observemos, pensemos, ... La vida es así de "mágica", nos guía, nos muestra nuestro camino a seguir.
Carl G. Jung denominó a estos sucesos "sincronicidad" refiriéndose a “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera no causal”, es decir como la unión de acontecimientos que aparentemente no tiene explicación pero sí tiene cierto sentido para la persona que lo observa.
«No existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas» (Friedrich Schiller)
Finalmente, la señal más importante de todas, es la que nos brinda nuestro propio cuerpo. Cuando hemos ignorado todas las señales anteriores, una y otra vez, cuando no hemos tomado consciencia de sus mensajes y seguimos obcecados en continuar por caminos equivocados, entonces queda un última señal a la que no nos va a quedar más remedio que prestarle atención, y es la que viene en forma de síntoma o enfermedad. Pero muchas veces ni siquiera así reflexionamos, ni aprendemos, seguimos culpando a la "mala suerte" de nuestra desgracia.
Por todo ello, es importante que aprendamos a vivir despiertos de verdad, con los sentidos agudizados al máximo, tomando consciencia de todo lo que nos acontece, y con una actitud abierta y receptiva. Debemos dejarnos fluir, sin pretender forzar nada y empaparnos de los mensajes que la vida nos transmite por todos lados. De este modo, además de comprender lo que tu destino quiere decirte, estarás elevando tu nivel de energía, al sentir que estás haciendo lo correcto. Y como hemos dicho al principio, la energía alta vibrará con otros acontecimientos, circunstancias y personas que resuenen con ese mismo nivel de energía, y tu vida, finalmente, se llenará de mayor gozo y felicidad.
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